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GAMBETEANDO CON SANDALIAS
Por Manuel A. Lotersztein
Al mencionar a las sandalias, me refiero emblemáticamente al pescador Pedro, fundador de la iglesia católica, que las usaba en su inclaudicable afán de propagar la fe cristiana y defender a los nuevos acólitos. Primado de los Apóstoles, reconocido como el Primer Papa de la Iglesia Católica, peregrinó de Galilea a Asia, para instalarse finalmente en Roma, dónde fue ejecutado por orden de Nerón en el año 67.

Por supuesto, las cosas cambiaron bastante y los actuales Papas usan papamóviles y aviones especiales que surcan cielos que los primeros cristianos jamás imaginaron tan cercanos. También es improbable que usen un calzado tan modesto. Pero igual podemos adjudicárselo simbólicamente al actual Pontífice, pues las tan mentadas sandalias se han convertido en el epítome mismo de la investidura papal. Bastante más pedestre –pero no por ello menos aplicable- resultará el termino “gambetear”. Desconozco si Benedicto XVI es aficionado al popular deporte. Una noticia reciente dio cuenta de la creación de un equipo de fútbol en el Vaticano, pero fue desmentida rápidamente.

Lo cierto del caso es que Benedicto XVI pareciera que practica el “gambeteo” para poder moverse y maniobrar –y obviamente es dificultoso hacerlo con sandalias- en el abrupto mundo actual, minado por el feroz fundamentalismo islámico y la debilidad y complacencia de Occidente. Sólo así se explica su supuesto errático andar, el zigzagueo que generó en todo el mundo no pocas dudas y los más dispares (y disparatados) comentarios.

El primer “shot” se produjo el 12 de setiembre de 2006 cuando Benedicto XVI, al pronunciar una conferencia teológica en Ratisbona, Alemania, cometió la osadía de citar las palabras del Emperador Bizantino Manuel II Paleólogo que, en el siglo XIV, sostuvo que el Islam propiciaba la violencia. Sus palabras suscitaron airadísimas reacciones: hubo varias iglesias quemadas, una monja asesinada y feroces amenazas del mundo musulmán contra el Vaticano y la cristiandad. ¿Con semejante respuesta cabe alguna duda?

Tampoco en Occidente, y aún mismo dentro de la Iglesia Católica, su comentario fue bien recibido. Además, provocó enorme inquietud y legítimo temor porque, había programado viajar a Turquía, un país abrumadoramente islámico ¿Cómo sería recibido, luego de su fatídica cita, pese a sus reiteradas disculpas y a sus intentos de explicar que no fue su propósito ofender al Islam?

Alí Bardagokoglu, el máximo clérigo turco expresó que dichas palabras fueron posibles debido al clima de islamofobia del mundo occidental. Mohammed Arkoun, académico francés de origen argelino y reconocido intelectual, señaló que el Pontífice con su autocrítica procuraba reparar lo irreparable, pues su cita carecía de sustento fuera de su contexto histórico. La razón (el logos) -resaltó- siempre predominó en el Islam hasta el siglo XIII. En buen romance, responsabilizó a Occidente por la adopción posterior de actitudes más radicalizadas de los hasta entonces inocentes islámicos, omitiendo curiosamente mencionar en ese contexto que el Islam había previamente dominado la península ibérica durante más de siete siglos. “No hay una religión que no recurra a la violencia” sentenció. ¡Y este juicio, fue emitido nada menos por un islamista considerado moderado! Manifestantes turcos nacionalistas, protestaron ante el anuncio de su visita exhibiendo carteles “No a la alianza de los cruzados. Papa, no vengas” “El Papa no es bienvenido” Muchos de esos carteles estaban escritos en inglés, para que fueran captados por los televidentes de todo el mundo: en materia de prensa y propaganda, nos llevan una enorme ventaja. Y Al-Qaeda, tan rotundo y perseverante en sus palabras como en sus deleznables acciones, acusó a Benedicto XVI de organizar una cruzada contra los países islámicos. No cabe duda que el joven Bin Laden debió haber sufrido algún horripilante trauma cuando estudiaba Historia pues se quedó gravemente fijado en la Edad Media.

En un clima de pesimismo respecto a las repercusiones de su estadía, y al amparo de extremas medidas de seguridad, el Papá viajó a Turquía.

En primer lugar, al llegar a Ankara, reconoció que “la islámica es una religión de paz, amor y tolerancia”. Afirmó, asimismo, que –aunque no debía expedirse en materia política- apoyaba el ingreso de Turquía a la Unión Europea (contrariamente a lo que había opinado en el año 2004, fundándose en la carencia de raíces europeas de ese país)

Los gestos audaces y espectaculares se incrementaron a medida que se desarrolló su programa de actividades. Al día siguiente –29 de noviembre de 2006- empuñó una bandera turca, conmoviendo al público. Visitó la Mezquita de Sultan Ahmet, denominada asimismo la Mezquita Azul, por el color de las mayólicas que la revisten, la más grande de la metrópolis y no sólo se quitó su calzado cuando ingresó, sino que en un gesto inédito y extraordinario, oró un minuto en silencio hacia la Meca. Anteriormente, había visitado la ex basílica cristiana y ex mezquita de Santa Sofía, que actualmente es un museo.

En el segundo día de su visita a Turquía, celebró misa ante doscientos cincuentas cristianos, al lado de la casa dónde se dice que la Virgen María pasó sus últimos años; también aprovechó la oportunidad para rezar por Andrea Santoro, un párroco asesinado por un adolescente turco en represalia por las caricaturas danesas sobre Mahoma (¡!)

Finalmente, se reunió con Bartolomé I, líder espiritual de 250 millones de cristianos ortodoxos, en la que ambos se comprometieron firmemente a reunificar las ramas occidental y oriental del Cristianismo, escindidas en el gran cisma ocurrido en el año 1054.

Resumiendo, un viaje que se inició con los peores pronósticos y que terminó constituyéndose en un éxito total, gracias al viraje de la conducta del líder católico.

¿Fue un error que debió enmendar su discurso en la Universidad de Ratisbona? ¿El rígido teólogo y Cardenal Joseph Ratizinger, devenido en el conservador Papa Benedicto XVI, se transformó, de buenas a primeras, en un anciano entrañable y complaciente? ¿O nos encontramos frente a un nuevo “Zelig”, el camaleónico personaje de Woody Allen?

Posiblemente, la respuesta esté en el “gambeteo” mencionado anteriormente. No creo que la litigiosa cita del emperador bizantino, haya sido dicha irreflexivamente. Benedicto XVI se retrotrajo en el tiempo –y varios siglos- para condenar la guerra santa que proclaman los fundamentalistas árabes; fue una jugada audaz, quizás temeraria, pero gracias a esta “frase infeliz”, según Guillermo Marcó, vocero del Arzobispado de Buenos Aires en ese momento, el Papa se posicionó en un rechazo claro y firme a la violencia religiosa, antes de iniciar cualquier diálogo con el Islam. A partir de lo acontecido, los encuentros posteriores ya no podrían ser protocolares o intrascendentes. Y no lo fueron. Expresión feliz o no, su actitud fue decididamente valiente y meritoria.

Otras importantes voces de la propia iglesia la calificaron de traspié y afirmaron que Juan Pablo II no hubiera cometido semejante imprudencia. Sería bueno que esos mismos críticos evaluaran que, durante su papado y, pese a su vocación interreligiosa, el fundamentalismo islámico alcanzó su mayor apogeo. Obviamente, eran distintas las circunstancias históricas; en dicho período Pablo II privilegió el conflicto con el Soviet. También eran otros los asesores del Vaticano en materia islámica en ese período. No es un detalle menor. Benedicto XVI, al poco tiempo de asumir su investidura, virtualmente “desterró” al arzobispo Michael Fitzgerald, especialista en dicho tema. Indudablemente, una medida que no debe pasar desapercibida en este contexto. Tampoco la posterior destitución de Guillermo Marco. Lo que cabe preguntar es por qué esas mismas voces no se alzaron para rechazar los agravios o condenar los hechos violentos que suscitaron. ¿La infalibilidad papal ha sido suplantada por la infalibilidad de los fundamentalistas islámicos?

Hablar de “guerra santa” carece totalmente de sentido. Las guerras, aunque tengan un origen religioso, son guerras de hombres. La santidad, que es una condición esencialmente divina, no puede jamás aliarse a la beligerancia. La violencia religiosa fue un hecho del pasado, inadmisible en la actualidad. Y absolutamente desatinada, porque se trata de religiones monoteístas, que –con distintos nombres- invocan al mismo Dios. Ese fue el rotundo mensaje del Papa. Además, la santidad es un atributo de las más diversas religiones, su grado supremo. La ofensa, en realidad, parte de aquellos que pretenden adueñarse de la misma. No es, justamente, Benedicto XVI quien debía pedir perdón.

Pero, de alguna manera, lo tuvo que pedir. Por la supuesta ofensa; en lo conceptual no hubo una retractación, sino una aclaración. No es ocioso formular la salvedad.

De cualquier manera, el Papa que llegó a Turquía no fue el mismo de Ratisbona. O lo que es indudable, fue distinta su estrategia. ¿Tenía acaso otra alternativa? No sólo estaban los musulmanes en contra suya, sino también prominentes autoridades eclesiásticas, no pocos fieles e indiferentes políticos occidentales. Juan Pablo II había logrado establecer un sólido vínculo con los judíos y protestante. Benedicto XVI debía continuar su obra y viajar a Turquía para reunirse también con el Patriarca de los cristianos ortodoxos Bartolomé I (cuanto más unida esté la cristiandad, mayor contención podrá haber frente a los embates fundamentalistas) y asistir a la grey católica, en franca situación de inferioridad en la “liberal” Turquía. De los 70 millones de habitantes de ese país, 90.000 son cristianos y, de éstos últimos, sólo 20.000 son católicos y están expuestos a la discriminación y los desmanes de los extremistas, como le ocurrió al sacerdote asesinado. La población cristiana ha descendido ostensiblemente en número de habitantes y calidad de vida en todos los países islámicos. El caso de Arabia Saudí es por demás emblemático.

Hay que admitir, por lo tanto que ese “background” era un terreno resbaladizo, con tramos poco menos que cenagosos, y exigía un “gambeteo” excepcionalmente hábil para no trastabillar . Felizmente, el Papa salió airoso.

Es prematuro abrir un juicio definitivo sobre el rumbo que tomará el Vaticano en el futuro. Su condena a Irán por negar el Holocausto; la entrevista que sostuvo el Papa con el primer ministro de Israel, Olmert, sus continuos llamamientos a la paz, son señales positivas. Y en todo momento ha mantenido y defendido con absoluta coherencia y firmeza la defensa del “logos” que excluye la pasión y la violencia de la fe.

El “partido” recién ha comenzado y una luz se ha encendido. Demasiado exigua aún para disipar las densas tinieblas del oscurantismo fundamentalista, pero suficiente para iluminar una esperanza.


Dic - Enero de 2007 . Tevet - Shvat 5767
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